DÍA 14 AMAZONAS (PARINTIS)
En este segundo día, de segundo embarque por el Amazonas,
comienzo sin muchas más opciones, en tan pequeña esta vez barcaza a motor, que
estar en mi hamaca de cubierta central, o subir a la desolada cubierta
superior. Aunque casi la denominaría, intensamente soleada, en vez de desoladoramente
desolada.
Al ser esta embarcación bastante más pequeña que la que me
condujo desde Belém a Santarém, tenía la sensación de estar navegando en el
centenario buque Liemba, que cubre la
navegación por el africano lago Tanganika, y el cual pude conocer dos años
atrás en otro africano viaje.
El poco espacio para las hamacas, unido al poco espacio por
donde moverse, no era excesivo incordio comparado con lo horrible de ir al
baño. Y es que, el hecho de ser el mismo ínfimo cuartucho usado como ducha y
como W.C., hacía que el contener la respiración al contemplar las tupidas aguas
internas y externas, fuese casi inevitable.
Una vez con mejores aires en cubierta, se puede ver como el
paisaje de esta zona del Amazonas, ya mucho más poblada entre Santarém y
Manaos, es muy diferente al de los iniciales días. Muchas casas en las orillas,
con terrenos deforestados para uso como pastos de caballos, vacas o incluso búfalas,
estaban habitadas por muchas familias indígenas.
En el cauce, desprendidos arboles de las orillas, navegan a
la deriva rio abajo, y otros intentan todavía vivir caídos y tumbados en la
orilla aferrándose a tierras no derrumbadas todavía por este anchísimo y fuerte
Amazonas, que cuando quiere se toma amplias zonas de tierra cultivada
generalmente con caña de azúcar.
Hoy es en portugués “tercera feira”, tal como ellos
denominan a nuestro semanal martes, y es que nuestro lunes, tradicional primer día
de la semana, es para ellos “seconda feira”, ocupando el supuesto primer día el
dominical domingo.
En cubierta me encuentro con dos parejas argentinas, que
viajan ya en viaje de vuelta por el rio, y una pareja alemana que estudiando en
Brasil, aprovechan unos días libres para conocer a este coloso acuático. También entabla conversación conmigo un
supuesto turista que me recomienda alojamiento para cuando llegue a Manaos,
pero que poco a poco voy descubriendo que es su forma de contactar viajeros que
llevar a su comisionante alojamiento.
Ya finalizando el día, tengo la oportunidad de recrearme
fotografiando la última puesta de sol en el Amazonas, y que como era de esperar
no defraudando a las anteriores, fue preciosa e intensamente observada por
todos los navegantes viajeros.
Una vez ya de noche, y parando el barco en la alegre
localidad de Parintins, uno debe esquivar a grandísimos coleópteros que se
suben a bordo aprovechando la corta parada, debiendo estar atento a no comerse
uno con tren de aterrizaje incluido.
Parintis es muy conocida por una curiosa celebración, mitad
carnaval, mitad homenaje a toro resucitado. Recibe el nombre de Boi Bumbá, y durante todo el año se
prepara con ensayados desfiles en el recinto de la ciudad llamado en vez de
carnavalesco Sambódromo, Bumbódromo de Parintins
Comienza a llover intensamente y los tripulantes de la
barcaza desenvuelven unos pequeños toldos azules por la borda para que no entre
mucha agua en el recinto de las redes colgantes. Aunque inicialmente parece un
pequeño diluvio, enseguida pasa, volviendo el húmedo calor de nuevo.
Mi cena esta vez, a base de queijo que compré a ambulantes
vendedores que entraron el día anterior en Obidos, y agua de los contenedores
de popa, que nunca dejan pasar sed al pasaje.
Noche a bordo esperando llegar de madrugada, y con bastante
adelanto sobre el horario previsto, a esa ansiada meca viajera que es la
antigua ciudad del caucho, Manaos.
DÍA 15 MANAOS
Efectivamente era mucho el tiempo ganado, y a eso de las
cinco de la mañana, todavía por amanecer, llegábamos a la capital del Amazonas.
Aquí el reloj pierde otra hora más por cuestión de los cambiantes husos
horarios, que un país tan grande como Brasil, siempre hay que tener en cuenta.
Respecto al horario del meridiano cero, cuatro horas menos, respecto a España,
cinco menos.
Recogiendo mi mochila y descolgando mi rede, por si necesito nuevamente utilizarla , en cualquier otro
lugar de este todavía largo viaje, todos los pasajeros de la nao, nos
disponemos a abandonarla, a través de otras dos, a las que se había abarloado
en una gran reunión de embarcaciones llegadas de todas partes de este inmenso
rio.
Inevitablemente, y viendo la ciudad desperezarse desde la
borda de la ya a punto de abandonar embarcación por el Amazonas, pienso en la
cantidad de veces que la vería así mi otro padre, un marino que arribaría a
esta Manaos después de remontar veces y veces este gran portador de agua.
Supongo que Giancarlo Tranquilli, haya rememorado viendo estas fotos que voy
colgando desde el delta del río en Belem hasta aquí, tantos y tantos
cigarrillos de descanso en la cubierta
de su flotante lugar de trabajo durante una vida, después de horas de trabajo en maquinas del barco. Un gran Abraaaaazo,
Giancarlo, y un enorme Besoooo, Marita.
Nada más bajar y salir del embarcadero, de frente uno se
topa con el precioso edificio del Mercado
de abastos Adolfo Lisboa, que a esa hora estaba todavía cerrado al público,
pero con todos los mercaderes empezando a colocar sus productos. No me resisto
a entrar y pasear por sus pasillos abarrotados de variados puestos. En el
exterior el edificio recuerda al Paris de principio de siglo, con su preciosa
estructura metálica y grandes ventanales, que en su día estuvieron inspirados
en el mercado de Les Halles, en el
corazón de la capital francesa.
Abandonando la zona, tomando unas fotos con las primeras
luces de la mañana del evocador puerto fluvial, y sus muchísimas motonaves en
los amarres, me voy en busca de hospedaje para posterior noche. En el camino,
por el barrio viejo, multitud de vendedores también preparan sus pequeños
puestos ambulantes, comerciando con barata ropa, frutos secos o marroquinería
variada llegada a esta ciudad desde todas partes del mundo.
Conexión wifi en la calle, hace que pueda pasar pequeña
crónica de días anteriores que al estar embarcado fue imposible, y en ya avanzada
mañana española, saludar a mis gentes.
A unas cuantas cuadras, localizo en el plano un sencillo
hostel, que parece tener alojamiento en dormitorios compartidos, y no está
demasiado lejos del centro de la ciudad.
Aunque no está cama libre por lo temprano de la hora, si me
dan opción a dejar mi mochila, tomarme un reconfortante café y darme una
necesitada ya ducha, después de días de barco, con insalubres cuartos de
refresco.
Una vez ubicado, me dirijo lo primero de todo a buscar la
forma de irme en los siguientes días hacia mi nuevo país destino que no es otro
que la última de las Guayanas que me queda por visitar, la antigua Guayana
inglesa, hoy Guyana a secas.
Para ello, y preguntando a una amable señora en la calle,
recibo indicación de que bus urbano, (ómnibus para los cariocas) va hacia la
estación de autobuses ( terminal rodoviaria para los brasileiros).
El 825 me indica, y que ella también se dispone a coger.
Cuando llega veo que no es un bus grande sino un minibús pequeño y de nombre
Ejecutivo. De anterior viaje a Brasil, aquella vez en la región de Bahía, ya sabía
que hay dos niveles de buses por las ciudades, el ómnibus normal, que cuesta
2,75 reais, y el Ejecutivo con menos paradas y aire acondicionado que cuesta
4,5 reais. Para la vuelta utilizaría el primero, más económico, aunque más calentín
también, jajá, pero a la ida me voy con la señora que me iba indicando con
placer todo el itinerario.
Manaos, aunque pudiera parecer una pequeña ciudad de
provincia, en medio de la selva amazónica, es una grandísima ciudad, que tiene más
de dos millones de habitantes, en extensa superficie, que hace que las
distancias sean mayores que en el mismo Madrid.
De hecho hasta la terminal rodoviaria, lo que sería nuestra
estación sur de autobuses de Madrid, el bus ejecutivo tardo casi una hora en
llegar.
Ya en la terminal, me voy a las oficinas de Amaitur, empresa que viaja hacia Boa
vista, capital del estado de Roraima, desde donde después podría conectar hacia
Guyana. Entre los cinco autobuses de línea que hay diarios, escojo el último de
las 19.00h para el día siguiente, cosa que hago habitualmente viajando, siempre
que sea posible, ya que consigo aprovechar más el tiempo en las ciudades que
visito y además ahorrarme una noche de alojamiento.
Ya con mi billete, retorno en bus normal, que tomo una vez
cruzada gran pasarela que te cambia de dirección por encima de calle de varios
carriles, con muchísima circulación de vehículos. Subiendo al bus por su parte
trasera como es costumbre aquí y pasando por torno donde pagas billete,
descendiendo a continuación por puerta delantera, me relajo viendo toda la
ciudad. En primer lugar, su gran estadio de futbol, ya a punto para acoger los
encuentros de la próxima Copa del Mundo que se
celebra en este país, y que fijo mantendrá a todos los cariocas en vilo
durante varias futboleras semanas.
En vez de posarme cerca del hostel, continuo en el bus, cosa
que también hago en las ciudades de grandísimo tamaño, para así tener una
visión general de ella y luego poder moverme por las zonas más interesantes. Así
que a la segunda vuelta del bus, me apeo para ya irme hacia el hostel, pasando
primeramente por local casa de cambio a “trocar” dinerillo brasileño.
Ya de regreso al hostel, me topo con una de esas personas
que te encuentras cuando estàs de viaje y que de primeras ya sabes que
compaginaras genial. Se trata de un argentino de La Plata, de nombre Marcos,
gran viajero también, y que estando dispuesto a recorrer la ciudad, me invita a
que vayamos juntos. Un placer Marcos, por supuesto.
Abandonamos el hostel y nos damos una vuelta por las
céntricas y concurridas calles de Manaos, donde un sinfín de gentes caminan, se
suben a autobuses, comen en la calle o simplemente observan al resto desde
callejeras banquetas de plástico.
Esta ciudad que puede parecer un poco decadente, una y mil
veces renacerá de sus cenizas, y es que de ser una pequeña población defensiva
en el Amazonas en época colonial, está pasando a convertirse en una gran ciudad de casi tres
millones de habitantes, y que tiene un PIB ya superior al de la gran Sao Paulo.
Y aunque ahora, como ciudad turística tenga su mayor futuro, antaño en la época
del caucho, llegó a ser el no va más del país, teniendo tranvía y
alcantarillado incluso antes que la pobladísima Río de Janeiro.
Nos vamos en dirección al Teatro Amazonas, principal
atracción de la ciudad, pero parándonos antes a comer algo en puestecillo
callejero con sensacional oferta culinaria. Arepa y suco de cajú: 1,5 reais, es
decir 48 ctms de euro, y encima llena y quita el hambre.
Por calles con moderno diseño en cuadricula, accedemos a la
plaza donde se encuentra el gran teatro, viendo su colorida y preciosa cúpula,
antes de llegar a la entrada principal. Una vez allí fotos en la plaza con
escultura alegórica a los cuatro principales continentes, y entrada al teatro,
del cual se visita su hall, y hay un pase para visitar su interior.
Pero eso no iba a ser necesario, ya que me intereso por la
programación del mes, y me indica el conserje que esa noche iba a haber un
espectáculo musical y encima….gratis. Así que, que mejor forma de ver el
interior, que saborearlo como espectador.
Marcos también se anima, y tras visitar su original tienda
anexa, nos volvemos recorriendo otras partes de la ciudad hacia nuestro hostel
para volver a la noche.
En mi dormitorio compartido, ya tengo asignado uno de los compañeros
que compartirán conmigo noche. Es Raimondo, proveniente de la romana capital
italiana, aunque vive y trabaja en la suiza Ginebra. Tras presentaciones, me
deja su móvil con descarga de sistema de llamadas por internet Skype, y con el
que puedo comunicar con familiar casa.
Bueno, todos preparados, con la equipación de viaje B, que
es la misma que la A, pero un poco más limpia, y allá que vamos un italiano, un
argentino, nuevo compañero colombiano que también se apunta y un servidor de la
madre patria.
Cuando llegamos al teatro, y eso que íbamos casi con una
hora de adelanto sobre el inicio, enorme cola que da la vuelta exteriormente a
todo el alargado edificio. Y es que aparte de que su programación es
ampliamente seguida por muchos locales, la cantidad de turistas y viajeros que
se encuentran en esos días allí, hace que completemos el amplio aforo del
teatro opera, sin mucho esfuerzo.
Esperando no nos quedáramos sin asiento, entramos
apresurándonos a buscar algún sitio juntos, que no es otro que uno de los
palcos de la cuarta planta del además de alargado, altísimo auditorio comenzado
a construir a finales de siglo XIX.
Si el exterior es precioso con su tono rosado pastel, el interior
satisface el gusto de cualquier impresionado visitante. Y es que desde la gran
lámpara colgante bajo la exterior cúpula, las columnas que separan cada
reservado, el gran foso para músicos, y
las tablas de maderas nobles, hacen que uno tenga la sensación de estar en el
famoso concierto de año nuevo en la Opera de Viena. Y es que todos los
materiales empleados para su construcción llegaron por mar desde la vieja
Europa, empleándose hierro inglés, muebles franceses o mármoles italianos de
Carrara. Por algo finalizarlo llevó más de 10 años, pero así todo estaba listo
y acogiendo una sesión de Opera, antes de acabar el siglo XIX, allá por el
1897.
Al comenzar la actuación me viene a la memoria mi pasado
viaje de vuelta al mundo, en el que también pude asistir a precioso ballet en
el teatro siberiano de Novosibirsk, de dimensiones incluso superiores al gran
Bolshoi de Moscú. Y más recientemente a la ópera que por tan solo 4 euros
pudimos ver Mónica y yo en la capital serbia, Belgrado.
No soy un gran aficionado a Opera o Ballet, pero no puedo
evitar maravillarme de verlo de vez en cuando en escenarios tan impresionantes
como son estos históricos y elegantes edificios de medio mundo.
Comienza la actuación, que es una recopilación de artistas y
músicas amazónicas, que van desde un solo a guitarra, hasta una animadísima y
genial orquesta de samba.
Entre medias, presentador y grupo teatral, que distraen al público
entre cambio y cambio de instrumentos musicales de los artistas venidos desde
Belém, Santarém o remotos puntos de esta gran cuenca amazónica.
Finalizado el espectáculo, en espectacular e histórico
lugar, salimos con un poquillo de hambre, que saciaríamos, argentino,
colombiano y presente español, en un lugar con mucha solera, encanto y hasta un
cierto aire bohemio. Se trata de una taberna cercana al teatro, en la plaza de
Sao Sebastiao, con un también abarrotado
aforo a esas ya tardías horas.
Tapilla compartida, en este Bar Do Armando, de sabrosísima carne troceada con patatas, y cerveza
IParabari que hicieron que unas
cuantas risas y amena charla con recientes pero ya siempre recordados amigos,
pusieran la guinda a una mágica noche en mágico lugar.
Vuelta caminando en apacible noche hacia nuestro
alojamiento, donde resistiéndonos a ir a dormir, todavía compartimos un tiempo
de charla.
DÍA 16 MANAOS-BOA VISTA
No madrugo en exceso después de genial día anterior. En mi
dormitorio se instala un nuevo huésped lanzado hasta el centro de Manaos
también por el omnipresente rio Amazonas. Es Marco, un italiano que como yo
viaja recorriendo el rio, aunque en su caso para trabajar.
No me resisto a bromear con él, viniéndoseme a la cabeza la célebre
frase de serie televisiva, y le digo:
-
Así que tú eres el famoso niño italiano
-
¿Qué niño me dices?
-
Pues quien va a ser, Marco, el que vino de los
Apeninos a los Andes…todo coincide, jajá.
Y Marco, esbozando una sonrisa, ya sabe que el español de la
misma España, bueno un poco al norte de la misma España, se levanta ya
bromeando por la mañana.
Con ambos italianos, efímeros compañeros de cuarto, Raimondo
y Marco, me voy a tomar un cafetillo, en la parte alta del hostel, desde donde
está una espléndida terraza donde se sirven los desayunos.
Preparándome un huevo con mantequilla, sobre oxidada
parrilla, que hace las veces de cocina, de tuesta pan, fríe huevos y calienta
todo tipo de viandas, tomo unas fotos desde lo alto de todo el sur de la gran
Manaos, estando ondeando la guapa bandera del estado brasileño de Amazonas.
Al
igual que vi en Cayenne, en edificio de enfrente, otros agradecidos recuerdos
me vienen a la mente, al ver la también por todos lados Alliance Française, que
no me sorprendería encontrarme en la capital de la Guayana francesa, pero si un
poco más por aquí, donde el portugués y como segundo el español, lo inundan
todo.
Como tengo el billete de bus nocturno para las 19.00h
aprovecho el día para adelantar cosillas en el viaje. Cambio un poco más de
dinero a “Reais brasileiros” para utilizar en últimos días en este país, y
utilizar para pagar transportes a los nuevos por conocer, Guyana inglesa y
Venezuela, a los que accederé por el norte de este carioca territorio.
Nueva ofertilla de comida callejera por 48cts de euro, esta
vez con empanadilla de “vitela e queijo” con rico y helado zumo de ”laranja”, y
tras escribir un poco en el hostel, despedirme de amigos de teatro y
alojamiento, y recoger mis cosas, me aproximo a la vía principal de Manaos para
tomar un abarrotado “ómnibus”, que me aproxime hacia la terminal Rodoviaria de
la ciudad.
En el largo trayecto tengo tiempo de ver nuevamente el gran
estadio que acogerá la Copa del Mundo de Futbol, que se celebrará este año en
el país, y que fijo será un furor de masas.
Y ya en la terminal, tiempo de espera para subirme al buen
autobús de dos pisos de compañía brasileña y carrozado por MarcoPolo, (recuerdo
esta vez para mi tío Luis, tantos años trabajando en carrocerías de autobuses,
junto a mi otro y querido gran tío), que
si todo va bien me portará a la ciudad norteña de Boa vista, desde donde
después de once nocturnas horas de viaje enlazaré hacia la frontera de Bomfin,
para cruzar a nuevo país, la Guyana inglesa.
Bueno y cruzando nuevamente el Ecuador, esta vez por el
estado brasileño de Roraima, uno de los que componen este enorme país, que no
debemos olvidar es el quinto del mundo en superficie, llego de nuevo al Hemisferio
Norte, y me despido nuevamente de tod@s, finalizando narración por aguas del amazónico
Amazonas.
A partir de ahora con muchísimos más trayectos nocturnos en
buses, donde por el movimiento es difícil escribir y teniendo cada vez menos
tiempo, creo me resultará casi imposible poder seguir confeccionando completas
entradas de blog, así todo intentaré ir colgando textos breves y fotinas del
recorrido restante.
La intención para lo que me queda de viaje, es completar los
9 países que componen la Amazonia, y que serían los restantes Guyana,
Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Asimismo, seguiré escribiendo y
pasando fotos desde mi muro de Facebook y también desde la página creada en esa
red, Amazonia 2014. Así que espero os
haya gustado navegar conmigo por este precioso y lleno de historias rio
Amazonas. Un abraaaazo fuerte para tod@s.