MATE

MATE
La vida en un mate: sorber despacio y saborearlo con intensidad ya que el mate, como la vida, cuesta un tiempo prepararlo, pero si no se disfruta al beberlo, cuando se acaba ya será tarde. Fotografía tomada en Argentina durante el corralito del año 2002

14 febrero 2012

CUADERNO DE VIAJE AFRICA VIII – BOSTWANA, NAMIBIA Y ZAMBIA

CUADERNO DE VIAJE AFRICA VIII – BOSTWANA, NAMIBIA Y ZAMBIA

DÍA 29 DE VIAJE

5 DE FEBRERO  VICTORIA FALLS – CHOBE NATIONAL PARK - KATIMA MULILO
Después de la ansiada visita de las cataratas Victoria toca seguir camino hacia la vecina Bostwana. Esta mañana  madrugo mucho y salgo del Victoria Backpackers, no sin antes ver la obra de un viajero artista y escultor, que en un carro con el que viaja a modo de tenderete, exponía en los jardines de nuestro alojamiento esa noche su obra, la cual era un sinfín de figuras hechas con todo tipo de basura reciclada. No deja de ser una obra de arte por dedicación, imaginación y maña para hacer tan estrambótico belén de figuras.

Salgo hacia la carretera donde un taxi me dejaría en la parada de los taxis compartidos a unos 3 kilómetros de Vic Falls, pero al retrasarse al recogerme, el destino me deparó que el taxi compartido ya hubiera salido con lo que me puse a hacer autostop con tan buena suerte que enseguida un pickup se detiene con un chico de color conduciendo y que amablemente me dice que va hacia Bostwana.

Así que escuchando música góspel que tenia puesta en su radio cd, poco a poco, me fui haciendo un nuevo amigo con el que al final compartiría todo el día. Después de grandes rectas y buena carretera todavía en territorio de Zimbabwe llegamos a la frontera de Kazungula. Igual que en el mundo hay sitios geográficos físicos únicos, también en los mapas políticos se encuentran sitios únicos. Es el caso de la zona de Kazungula donde, en muy poco espacio, hasta cuatro países  comparten frontera: Zimbabwe, Botswana, Namibia y Zambia, siendo la frontera de este último país con Bostwana la que ostenta el record de frontera mas corta del mundo, con tan solo 750 metros  de border, superando así incluso a la del estado Vaticano con Italia. Creo que solo habría otra más pequeña, en el caso de que Gibraltar obtuviese su independencia, en su frontera con España en la gaditana Linea de la Concepción.
En este caso nosotros hacemos trámites de salida de Zimbabwe, e ingresamos en dirección a Kasama en la vecina Bostwana. En este país no hay que pagar visado de entrada, y eso sí, hay que pasar un control veterinario, que obliga a bajarse del vehículo y pisar en una alfombra con desinfectante para evitar pasar cualquier enfermedad del anterior país. El vehículo, a su vez también pasa las ruedas por una zona de hierba instalada en el medio de la carretera asfaltada.
Ya en la muy cercana Kasame, nos detenemos para desayunar, mi nuevo amigo Mabhena me lleva a su sitio preferido en este país, con centros comerciales ya muy occidentales y quizá el mas rico de África, al KFC donde nos desayunamos pollo frito con refresco, y también coge bolsada de comida para su familia, que le pido me deje pagarle por llevarme y compartir ese día conmigo. Tengo que pagar con tarjeta que aquí al igual que en Namibia si aceptan en todos sitios, para luego cambiar algunas pulas, moneda de Bostwana.
En Bostwana hay tres sitios de especial interés natural, el desierto del Kalahari, el Delta del Okavango y el Chobe N.P, pero sin tiempo elegí el más cercano a la frontera norte. Mi intención era llegar hasta aquí a Kasame y buscar algún transporte para visitar uno de los mayores atractivos de esta parte de África que es el Chobe National Park, una gran reserva de vida salvaje en un país con poquísimos habitantes y grandes territorios vírgenes. Pero al final ya tenia vehículo, porque Mabhena me dijo que el me llevaría y que entraríamos en el parque con el coche viendo toda su zona norte donde mas animales transitan.
 
Al poco accedemos por buena carretera a la entrada principal y nada mas entrar ya, unas voluminosas montañas de estiércol en la carretera nos advertían de que veríamos al mas grande, y así fue en dos kilómetros nos encontramos primero con un gran macho de elefante, y al poco cruzando la carretera y con gran prisa, una cuantiosa manada de mamas elefantas supongo llevando a sus elefantitos al cole hacia el norte del parque, donde se encuentra el rio Chobe, y los animales se acercan a beber cuando las charcas se vacían de agua.

Seguimos por la ruta de transito y una solitaria y curiosa jirafa nos mira al detenernos, como preguntándose si estábamos perdidos. Pero no, con su permiso le saco un par de fotografías, se las enseño y con su beneplácito os publico una en la que salió muy favorecida la esbelta chica.
 
Es increíble la cantidad de animales que se pueden ver aquí y prácticamente sin buscarlos, ya  que en todo el trayecto nos fueron apareciendo delante nuestro grupos de babuinos, impalas, cebras y ya en la últimos kilómetros antes de llegar a la puerta de salida del parque un enorme macho de elefante pasta tranquilamente, usando su trompa para llevarse las hierbas y hojas de ramaje a la boca. También un solitario y gran facóquero, especie de jabalí enorme, y con grandes colmillos se afanaba por cruzar hacia la zona del rio Chobe.
Por la tarde, una vez hemos salimos del parque nacional, nos dirigimos a Ngoma Bridge, puente sobre el rio Chobe, y donde este rio separa Bostwana, anteriormente llamada Bechuanalandia  de su vecina Namibia, donde vive Mabhena quien durante el viaje me cuenta que él es de Bulawayo en Zimbabwe pero que ya lleva viviendo cinco años en Namibia, donde gana mucho mas dinero, y vive bastante mejor. Allí le esperan su mujer y una pequeña de dos años. También me cuenta que sus padres viven en Gweu cerca de Kwe Kwe poblaciones que le dije conocía de mi viaje entre Harare y Bulawayo en Zimbabwe, y una gran sonrisa de felicidad inundó su cara, por conocer yo tan remotos lugares de su país.
Hacemos tramites de salida de Bostwana y posteriores de ingreso, una vez cruzado el precioso rio Chobe, en Namibia, antigua África del Sudoeste Alemán, donde tampoco requieren pagar visado de entrada, pero si se sigue con las paradas para desinfectar ruedas y calzado.

Ahora viajan con nosotros también dos jóvenes namibios que Mabhena cogió en la carretera para llevarles hasta su pueblo cercano a Katima Mulilo, donde vive este “cacho de pan” que es Mabhena. Siempre estas prevenido por si te topas con alguna mala gente en los viajes, pero en África lo más habitual es que te sorprenda muy buena gente como Mabhena. Pasé un fenomenal día con él sin esperar nada y solo con la intención de ayudarme a conocer sitios.

Pasamos una de las fronteras mas tranquilas que he cruzado, con personal muy educado y amable, y policías de marrón oscuro uniforme que nos elevan la barrera para entrar en su país.
Una vez en Namibia iba a conocer uno de esos sitios geográficos extraños en el mapa, y tiralíneas político dibujado en el mapa por las potencias colonizadoras, donde las fronteras se diseñaban sin ningún tipo de premisa física o étnica, y solo salvaguardando los intereses comerciales de estos países.  Este es el caso del lugar donde me encontraba, la Franja de Caprivi, una región de la gran Namibia, con poquísimos habitantes en pequeños poblados de casas rectangulares de adobe y paja, y con cercados de madera para resguardar al ganado durante la noche, como en los tanzanos poblados masáis.
Tras las grandes rectas de la carretera salpicada de muchos arboles, entre ellos grandes baobabs y pequeñas acacias, y muy cerca del poblado de  Bukalo, nos detenemos para volver a posarnos e ir a pisar la alfombrilla del puesto de control veterinario, la verdad que mis botas estaban asustadas de tanta limpieza después de semanas de pisar basura y mas basura en las callejuelas de toda África.

El final del trayecto, y donde me quedaría a pasar noche es la localidad de Katima Mulilo, donde mi reciente y gran amigo me deja  para al fin ir a ver a su familia. Nos despedimos cerca de un pequeño campamento de cabañas y barracones prefabricados donde me quedaré a dormir, Mukusi Cabins, y que tras comprobar él que tenia cama para esa noche se va tranquilo. El sitio sencillo, sin baño ni aire, pero muy limpio y nada que ver con mis habitaciones de Malawi o Mozambique. Al lado varias gasolineras llenas de grandes camiones trailers que aprovechan para descansar y repostar gasoil, ya que estamos en la ciudad mas lejana de toda Namibia, a 1200 kms de la capital Windhoek y a casi 500 kms de la siguiente ciudad habitada, Rundu, al final de esta extraña franja de tierra.

Al final del día me voy a ver la ribera del Zambezi a su paso por este país, cuna de los Himbas, y donde se suelen ver hipopótamos y cocodrilos disfrutando de sus aguas. Varios complejos hoteleros acogen huéspedes que vienen a conocer, pescar o simplemente descansar en la orilla de tan precioso rio. Por la ribera, el Protea hotel y luego un muy decorado y personal lodge de namibios blancos, con infinidad de piezas de caza y pesca disecadas. Es el único sitio con conexión a internet por 3G, al ser domingo y estar todos los numerosos centros comerciales cerrados en el centro de la ciudad.
En la tele, mientras ceno con riquísima cerveza Windhoek, veo un campeonato de esquí acuático, nada del omnipresente futbol, ya está bien de tanta pelota, jajá.  Da gusto ver en la programación de las televisiones deportes tan minoritarios y poco vistos, y sobre todo, con tanto calor en la zona, refrescantes.



DÍA 30 DE VIAJE

6 DE FEBRERO  KATIMA MULILO – FRONTERA ZAMBIA – LIVINGSTONE
Me levanto muy temprano para visitar el centro de la ciudad, con sus llenas de arena calles de un país con muchas zonas de desierto y donde en todo él, solo viven unos 2 millones de personas, casi todas de color pero con una importante presencia todavía de blancos que conservaron sus tierras y posesiones, tras difíciles años de desencuentros raciales. Todavía hoy en día se puede sentir un cierto rechazo a nuestra raza, al pasear por las calles o relacionarse con la población de color.

Me imagino que las heridas se irán curando y como decía en anteriores relatos, lo más importante es que se siga manteniendo la paz, en países que han sufrido tantas guerras por el dominio de sus tierras. Tierras cuna de toda la humanidad, pero que blancos quitaron a negros y luego negros quitaron a blancos, para al final hoy en día parece compartir en relativa paz después de tensos años de lucha en esta zona, con los países más ricos de África.
Me voy al banco principal para buscar cambiar algunos dólares de Namibia, para mi colección de billetes de todos los países que visito, y que en esta ocasión me costó encontrar nuevos de las cantidades más pequeñas. El personal del banco tampoco sintió mucho aprecio por este blanco que les pedía tan raro capricho, pero al final la perseverancia tuvo premio y pude hacerme con todos los billetes. Por cierto por un dólar US te dan unos 7 dólares namibios.
Desayuno en pequeño café del centro regentado por una tan grande como simpática blanca que me ofrece sus famosas Ham & Cheese Toast, y que la verdad estaban buenísimas. Leo prensa de toda la región del Zambezi, que ofrece información de  los cinco países que este rio recorre, y que había visitado: Mozambique, Zimbabwe, Bostwana, Namibia, faltándome mi próximo destino y país que  ve nacer al gran río, Zambia. Es curiosa la importancia que una letra tiene en toda esta parte de África, esa letra es la Z de Zambeze y esta presente en los nombres de varios países.
Busco un taxi compartido que me lleve a la cercana frontera de Wenela, donde haciendo trámites de salida me dispongo a entrar en un país que tiene una cierta importancia en mi periplo viajero. Ese país es Zambia y va a ser el que ocupe el número 100 entre los países y territorios que he podido visitar hasta ahora. Pero no dejo de estar sobre la mitad de todos los que hay en el planeta, que si no me equivoco son 193 países ONU y 228 entre países y territorios.
Los tramites de este redondo número de país, sin problema, pero si teniendo que pagar visado de entrada, para acceder a cruzar su frontera en un moderno puente sobre el rio que nace en su territorio. Antes de la construcción de este puente la frontera había que pasarla en un pequeño ferry que cruzaba el ancho rio. Ese puente concluye en la pequeña población de Sesheke, donde espero a que se llene una pequeña furgoneta con destino Livingstone, la ciudad zambiana cercana a las Cataratas Victoria en su territorio.
Mientras se llena para salir aprovecho a cambiar la nueva moneda que es el Kwacha de Zambia, también muy devaluado y por el que por un dólar US te dan 5.200 Kwachas y por un euro unas 6.500.
Viajaríamos bastante cómodos 9 personas en el combi, entre ellas dos mamis con una preciosa niña una, y un juguetón niño la otra, que se paso las varias horas del trayecto escalándome y descendiéndome. Al final colegas, colegas, y algún que otro ligoteo con su  vecina novieta de 2 años. Pero el romance finalizó cuando la mami con la pequeña se bajo cerca de, la días atrás mencionada, cortísima frontera de Kazengula hacia Bostwana.  En la carretera veo el primer cementerio en esta zona de bastante culto cristiano, justo antes de un gran frenazo por el cruce de la road de solitario rebaño de vacas, que supongo pierde el bus y pasa con prisa.
 
Ya por la tarde llegamos a la ciudad de Livingstone donde me dirijo a coger cama en el formidable Jollyboys Backpackers, de los mejores en los que he estado, organizado, limpísimo, con estupenda piscina, bar, restaurante y como no acceso WIFI a internet. Una delicia por solo 8 dólares, menos de 1000 ptas. Eso sí, cama compartida con otras 15 personas, que no por suerte no roncaron.
Luego, como os había contado en el anterior cuaderno dedicado a las cataratas Victoria, visito en la noche las mismas para ver el genial espectáculo del arco iris lunar sobre las cataratas.

DÍA 31 DE VIAJE

7 DE FEBRERO  LIVINGSTONE – LUSAKA
Hoy después del espectacular encuentro con las Vic Falls en su mágica noche zambiana, me tomo el día con tranquilidad, me levanto y me doy un refrescante baño en la piscina del backpackers para luego desayunar salchicha local en especie de rollo de pan empanado, y que con una mirinda de uva, me cuesta poco mas de un euro, 7000 kwacha zambianas. Luego compro Sim Card  de Zambia para mi móvil y recargo 10000 kwachas que me dan para llamar a casa.
La ciudad, antigua capital del pais, muy ordenada y bastante limpia, tiene un interesante museo que visito. El nombre os lo podéis esperar, Livingstone Museum, voy a sacarle una fotilla al entrar y no tengo cámara de fotos. Después de rebuscar en la mochila, me voy despidiendo de mi tan afanada compañera, pero regreso al callejero puestecillo de recargas y allí que con otra gran sonrisa, me entregan mi olvidada compañera ese día, y que no puedo más que volver a agradecer la honestidad y honradez de este continente y sus gentes. Para celebrarlo foto de grupo del personal de telecomunicaciones.
 
Ahora si puedo sacar foto del museo, y luego  de mi atento y hospitalario anfitrión Dr. Livingstone que nuevamente me recibe en su completo museo al lado de un viejo avión. De hecho, una sala del museo está dedicada por completo a su ilustre expedicionario. Cartas manuscritas, fotos de su Escocia natal, trajes utilizados, bastones, botiquín y mapas ilustrados con todos los recorridos de sus expediciones por el continente. Asimismo su árbol genealógico y sus descendientes hasta hoy en día. Muy interesante la historia de su muerte por enfermedad, buscando las fuentes del Nilo entre los tanzanos  lagos Victoria y  Tanganica en el actual territorio de Burundi, y que tras su fallecimiento cerca de Zambia, su corazón fue enterrado debajo de un árbol por sus afanados porteadores y luego transportado su cuerpo a través del continente hasta las costas del Indico desde donde se repatriaría a Gran Bretaña. Aunque su espíritu sigue en su querido continente y sigue siendo centro de inspiración para viajeros que seguimos sus andanzas.
El resto del museo, con salas dedicadas a la Historia Natural, Arqueología, Etnografía e Historia de los pueblos de Zambia, de lo mejor que se puede visitar en este país. Bien planificado a partir de un patio interior con una torre del reloj, y con itinerario interior de visita que hace que uno se empape de la cultura e historia de la antigua Rhodesia del norte.
Entre todo, me llamó mucho la atención las figuras de toda la fauna disecadas  y las muy reales maquetas de la vida en el país, desde las pequeñas chozas hasta la maqueta de rascacielos de Lusaka y puestecillos de vendedores de baratijas de hoy en día.
En la tarde, cerca de curiosos puestos callejeros de venta de trajes, busco información de buses hacia la capital para irme esa noche y saco billete para bus a las diez y media de la noche.
Pero aún con tiempo, decido ir a tomarme un café a otro sitio con solera, el Royal Livingstone Hotel a orillas del Zambeze y muy cerca de las cataratas. Este es más ostentoso y caro aún que su vecino Victoria Falls Hotel de Zimbabwe, pero con el mismo estilo decorativo elegante y detallista inglés.
Me tomo un café de cafetera, y aprovecho para escribir un poco, mientras me deleito con toda la decoración de la gran sala de café, en la que enormes lámparas colgaban del alto techo y el armario mostrador de bebidas que era similar a una biblioteca con escalera de madera para los estantes más altos.

Luego me acerco a ver el atardecer en impresionante terraza sobre el Zambeze, con zona electrificada para evitar los ataques de los numerosos cocodrilos de este río, y puntiagudas piedras para evitar los hipos pasen a pastar a sus jardines en la noche. La puesta de sol, con el humo de las cercanas cataratas y las pequeñas islas sobre el río, de las más bonitas que he visto. También me resisto a marchar pero hacia las nueve de la noche aprovecho que vuelven al centro de Livingstone un grupo de ingleses y me llevan en su minibús.

Compro algo de comer en puestecillo al lado del autobús que tomaré hacia Lusaka y con salida puntual a las diez y media, paso noche durmiendo  en el bus.


DÍA 32 DE VIAJE

8 DE FEBRERO  LUSAKA
En principio el bus tenia prevista su llegada a la capital sobre las cinco y media de la mañana, que junto al esperado y habitual retraso que suelen tener, preveía la llegada ya fuera de día, pero cual fue mi sorpresa que no solo se retrasó sino que encima llegó con adelanto. Así que a las cuatro y media de la madrugada tenia que salir y hacer algo en aquella gran estación de autobuses con decenas de ojos reclamando te fueras en su coche. Situación complicada en ese lugar y a esas horas. No me queda más remedio que fiarme de unos de aquellos ojos, y subirme en su destartalado coche, sin apenas luces en la ciudad, y con la única posibilidad de darle una dirección. Había mirado el día anterior un famoso backpackers de Lusaka para ir por la mañana a buscar habitación, así que esa dirección le dÍ al supuesto taxista con negrísimo acompañante en la parte trasera, y que no me daba muy buena impresión con su accidentada salida del aparcamiento subiéndose por los montones de tierra de una cercana zanja, y menos aun cuando callejeaba por oscurísimas calles sin presencia humana alguna, pero después de quince tensos minutos se para junto a un destartalado portón que resultó ser el Cha, cha, cha Lusaka Backpackers.
Una vez allí y después de un rato, un dormido muchacho me abre el portón y me indica que no hay nadie para darme habitación a esas horas, y que si quiero duerma algo en una pequeña hamaca, que tomo como un pequeño paraíso de seguridad en la incierta noche de la capital zambiana.  A mi lado, en un cómodo asiento, un tranquilo y atigrado gatuco africano ni se inmuta ante mi presencia. Hasta ahora todos los albergues de mochileros cuentan con su mascota, jajá.
Ya de mañana, me despierta amable chico del backpackers que me ofrece cama en habitación compartida para la siguiente noche pero dejándome entrar en ella a dejar mis cosas ya en ese momento y pegarme una ducha para salir a visitar la ciudad. El nombre del alojamiento mochilero, Cha, cha, cha, proviene del nombre dado a una protesta de desobediencia civil que se produjo en Lusaka en los años sesenta, y que buscaba la ya muy cercana independencia del país.
Andando me dirijo al centro de Lusaka, cruzando puente sobre las viejas vías del tren de Tazara, que une Tanzania con Zambia, para llegar después a la quizá principal calle de la capital: Cairo Road.
Aquí numerosos comercios y pequeños establecimientos de comida me dan la bienvenida invitándome a un deseado desayuno. Menú: boerewors, una especie de salchicha africana envuelta en pan empanado, con triangular samosa de carne y Fanta de piña. Ya menos hambriento visito el cercano mercado central y sus altos edificios parecidos a los de las capitales del entorno de la extinta Unión Soviética.

Me parecía estar en una calle de Sofía o de Varsovia, y digo en una calle, por que era la única calle con estos edificios, el resto de la ciudad es de edificios bajos y como máximo dos o tres plantas. Quizá reminiscencias del coqueteo del independentista y durante muchos años presidente, Kenneth  Kaunda.
En la ciudad, con muchas Jacarandas en sus calles como había visto años atrás  en la ciudad de Pretoria, muchísimas banderas del país anunciaban acontecimiento del día. Y ese acontecimiento era la semifinal de la Copa de África de futbol de esa tarde contra Ghana, que tenia a toda la ciudad en pie de guerra, y equipándose con banderas y camisetas de su equipo.

Tomo un cafetín leyendo periódico que casi en su totalidad anima a la selección nacional a hacer algo grande por el país, y entre tanto ambiente, me voy luego a preguntar por billetes de bus para el día siguiente que tengo que coger para ir hacia el norte del país donde me espera otro apetecido histórico africano, el M V Liemba.
En la estación, igual euforia nacional, que me invita a fotografiarme con negros tifosis zambianos. A la tarde la euforia acabaría de desatarse al ganar el partido por 1-0 y pasar este país a la final de la competición de futbol mas importante en África. Las calles tomadas por la gente, los coches todos pitando y manadas de muchachos, semejaban las migraciones de los ñus, pero esta vez no en los campos del Serengueti, sino por los campos de futbol.
De noche en el Cha, Cha, Cha Backpackers la fiesta continuaba la celebración con las locales cervezas Mosi, y mochileros blancos y negritos locales brindábamos por el triunfo zambiano.

DÍA 33 DE VIAJE
9 DE FEBRERO LUSAKA-MPULUMGU
No madrugo mucho, desayuno y escribo un poco mientras cargo la batería de mi portátil y de la cámara de fotos. Compró nueva camiseta, para hacer colada de la otra, y tiempo charlando con chica danesa que se dirige a Zimbabwe, le doy siempre importante información de alojamientos y precios de buses y furgos que agradece, ya que viaja sola y así ya tiene referencia del precioso y seguro backpackers de Harare.
Al mediodía me voy andando hacia la Intercity bus station de Lusaka para tomar bus hacia el norte a las tres de la tarde. Como siempre abarrotado y además de cinco filas de asientos, que hace que vayas con los hombros plegados para poder entrar todos en cada fila. Me acompaña chica Bemba de Mpulumgu, etnia mayoritaria en el norte de Zambia, y comerciante musulmán de la misma población, a la que nos dirigimos todos ese día y esa noche. Viaje de aguante, unas 19 horas previstas.
El bus tuneado con dibujo de gran leopardo lateral y enorme defensa delantera, por si se pone delante del bus en la carretera algún amigo del leopardo, y destroza medio autobús. Sale en hora y por buena carretera nos dirigimos al norte pasando por Kapiri Moshi. En el paisaje desde mi ventanilla, enormes y diferentes nubes hacen imaginar todo tipo de animales y figuras, en el arcén infinidad de pequeños puestos de tomates y melones perfectamente colocados para que apetezca mucho más comprarlos.

Recientemente en esta zona del país hubo un gran brote de cólera que causo miles de muertes, y que es bastante frecuente cuando en época de lluvias, algún año se desbordan los ríos y provocan brotes de esta mortal enfermedad. Recuerdo hace unos dos años el Zambeze se desbordó también en la frontera de Namibia con Zambia causando muchas muertes y destrozos en la zona donde viven los tongas, etnia mayoritaria en el sur de Zambia y norte de Zimbabwe.
Van cuatro horas de viaje, y las posaderas no encuentran postura, en tan mínimo espacio, pero no hay que inquietarse fácilmente, aun quedan quince o dieciséis horas más. Una parada entre una gran tormenta, da tiempo a levantarse y comprar algo de comida para el viaje, así como empaparse e ir húmedo todo el viaje.
Ya oscureciendo, nuevo control de pesaje de autobuses y camiones, y en el cielo muchas y luminosas estrellas van apareciendo. En África, como pude comprobar en mi anterior viaje transahariano, se pueden ver mucho más brillantes que en Europa por la falta de iluminación en las ciudades, que hace se vea con muchísima más claridad el cielo.
Sobre las 3 de la mañana paramos en la ciudad, ya en el norte, de Kasame y luego en Nbala, con gran movimiento en el bus de descarga de bultos y mamis con niños atados a su espalda que se posan en estas poblaciones. Medio dormido me doy cuenta que estoy rodeado en el asiento de pequeñas cucarachas, eran pequeñas hasta que vi a las mamás de las pequeñas cucarachas. Ellas a lo suyo, pero a mí me dejaron preocupado para el resto de la noche y con dificultad para dormir tranquilo. Hay que aguantar, quedan pocas horas.


DÍA 34 DE VIAJE
10 FEBRERO MPULUNGU
A eso de las ocho de la mañana, por fin llegamos a Mpulumgu, pequeño pueblo a orillas del lago Tanganica, el cual tengo previsto poder navegar en el histórico carguero Liemba y que supuestamente sale los viernes de este pueblo hacia Tanzania y Burundi atravesando hacia el norte todo el gran lago Tanganica. Pregunto a mis compañeros de viaje donde me puedo informar si el barco ya ha llegado de Tanzania y para sacar pasaje. Me acompañan hasta la zona de pescadores, donde me indican que el barco posiblemente no llegue en el día e igual llegue al día siguiente.
La verdad que aquí es imposible tener certeza de horas o de días de salida. No obstante tenía bastante suerte si esperaba solo un día más la salida del barco, al haber leído que salida todos los viernes desde allí, y sin embargo indicarme un pescador que solo salida dos viernes al mes, y uno de ellos era ese. Menos mal que esperaría un día y no una semana.

Al ver que no saldría ese día como tenia pensado me indican guesthouse cerca del puerto para  pasar la noche, donde también aprovecho para comer pescado del lago a la parrilla, en original parrilla que era la llanta de la rueda de un coche con las brasas en su interior, y el pez en estacada encima asando. Lo que no inventen estos africanos.
Al finalizar de comer me encuentro con un incansable viajero italiano. Es Salvatore, tiene 66 años y lleva toda su vida viajando varios meses al año. En su haber unos 120 países visitados, muchos de ellos en varias ocasiones. En esta ocasión ya lleva casi tres meses en África y espera también por la salida del Liemba.
Charlamos un poco y coincidiremos en los próximos de viaje, ya que él también se dirige hacia Burundi y Ruanda como yo. Tiene ahora tiempo para viajar y a pesar de su edad sigue con la misma ilusión que en sus primeros años de viajero, era profesor de latín en su Sicilia natal aunque ahora vive en Milano.

En la tarde verificando que el barco llegará a la mañana siguiente aprovecho para ver el mercado de pescado a orillas del lago, donde se venden todo tipo de peces frescos y desecados así como orugas fritas y alguna otra cosilla que quita el hambre, afortunadamente ninguna viva. En el mercado también muchos puestos de ropa usada y pescadores reparando sus pequeños cayucos.

De vuelta a la guesthouse veo varias empresas pesqueras que exportan pescado del lago, y el día acaba sin luces al haber uno de las más que habituales cortes de luz. Noche sin ventilador, sin luz pero eso sí con muchísimos mosquitos, que cerca del lago tienen su ecosistema perfecto. Por suerte Salvatore me deja una vela para llegar a la habitación y ver la cama.
A la maniana siguiente podríamos embarcarnos en el casi centenario M V Liemba y navegar el mayor lago de África, el gran lago Tanganika, desde Zambia hasta Burundi.
Continuará…

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